
Hace tiempo, cuando Sofía y yo éramos todavía unas desconocidas para ambas, le metí un dedo en la boca. Mi índice se perdía en esos labios carnosos y rosados que ya empezaban a volverme loca. La experiencia fue muy erótica. Aunque, repito, con sus labios se volvió casi pornográfica.
Ayer por la noche le pedí que me chupase todos los dedos. Ella estaba tumbada en la cama, sólo con las braguitas puestas, como yo, y me acosté sobre ella. Le acerqué el meñique a su boca y, con delicadeza, me cogió el dedo para metérselo en la boca. Viendo mi dedo desaparecer entre su carne me imaginé un pene entrando en su boca. "Seguro que te han dicho que la chupabas muy bien", le dije. "No he chupado muchas pollas, prefiero chupar dedos" me dijo sonriendo. Y siguió lamiendo mis nudillos, introduciéndose el anular hasta el final. Notaba su paladar rugoso y húmedo, la suavidad de la piel cerca de la campanilla, el calor de su boca. Con dedicación y mucho mimo mis dedos quedaron impregnados de su saliva, dulce saliva.
Al terminar, y sin mediar palabra, introducí mi pulgar izquierdo entre sus labios. A veces sacaba la punta de la lengua y jugueteaba con la yema de mi dedo. Él, mi dedo, y yo, estábamos muy lubricados. Volvió a cogerme el anular y se lo metió hasta el fondo, "mírame", le dije, y me miró con lascivia.
Y ya no me acuerdo de más.
Los labios de Sofía
Canarias