miércoles, 13 de agosto de 2008

San Lorenzo


Eran las lágrimas de san Lorenzo la excusa para vernos.
Hacía tiempo que nos conocíamos y sólo nos habíamos visto una vez, en marzo, y fuimos a la playa, con mantas, birras y un canuto.
Ayer, a las 3 de la noche, no sólo los gatos se vuelven pardos. Todo era oscuro, pero de un marrón ténue, castaño. Una penumbra agradable.
Vi mis chancletas negras correr por las baldosas grises. Una luces me cegaron y detrás dos ojos ligeramente inclinados a la derecha. Media sonrisa y una mano en el mentón bastaron para entendernos.
Volvimos a la playa, pero esta vez cambiamos las mantas por toallas. Las birras nos las sirvieron un vietnamita sacado de los años 70, y el canuto lo preparó él, peleón, muy peleón. Lorenzo lloraba como un niño. "¡Mira, una! ¡y allí! ¡allí otra!..."
Sólo quería lanzarme a su cuello, literalmente, pero no pude. Nos reímos, hablamos de las almas, de la energía y de la oscuridad.
Volvimos al coche, una hora más tarde, ambos con sed. Con sed del uno al otro. El regreso se hizo corto, como una estrella que deja estela.
"Pide un deseo", me dijo.
"Volverte a verte", pensé. "Ser feliz", dije.
Dos besos, y vi la llave girar en el pomo de mi apartamento. Volví a la penumbra de mi habitación y me masturbé como hacía tiempo que no disfrutaba yo sola.



Imagen: Ibiza, platja d'en Bossa
Julio de 2004

3 comentarios:

Puta Inocencia dijo...

Que guayada (kes guay) es tener un secreto, a veces... y que rico te tuvo que saber...

Ojalá que se cumpla tu deseo.

Un besazo

Adolfo Morales dijo...

Benditos/malditos recuerdos.Bendito/maldito placer.

Anónimo dijo...

Lorenzo... Lorenzo, como te pille.