viernes, 21 de enero de 2011

Que sí... que no...



Solemos participar de un juego que hemos aprendido con el tiempo. No hay reglas, lo único: decir que "no" y que la otra insista para así, por fin, arrancarle la ropa y follársela a lo bestia. Es nuestro pequeño divertimento antes de quedarnos dormidas.

Ayer fue uno de esos días. Normalmente soy yo la que se deja arrastrar y dice "no, no..." cuando Sofia me intenta meter la mano bajo las bragas. "No, cariño, ahora... que tengo sueño..." le digo. Y ella sigue, se mueve sigilosa en nuestra cama, se arrastra hasta mis piés, forcejea con mis piernas. "Ai amor, ahora no..." y me río. Y nos reímos. Y ella sigue. Y así hasta que desiste.
Pero ayer por la noche nos cambiamos los papeles. Esta vez era yo la que iba cachonda perdida, la que quería guerra. Guerra sucia. Guerra de trincheras. E insistí, pero ella me repetía que no. Que no le apetecía. "¿¡Cómo no te va a apetecer!?" le decía yo. Y ella se giraba y me daba la espalda. Y yo me volvía más loca.

Finalmente nos acoplamos en nuestra posición "de dormir": ella boca arriba, y yo de lado, con una pierna por encima de su cadera. Me estaba quedando dormida cuando noté su pubis elevarse. Sus manos se acercaron a mi cara y nos besamos intensamente. Esos labios... Sofia tiene la boca más excitante que jamás he conocido. "Que cabrona eres... lo has conseguido..." me dice mientras me quita la camiseta.
Nuestras respiraciones son generosas, abiertas. Le arranco el pantalón de pijama. Y me meto entre sus piernas. Un par de piernas larguísimas. Un par de grúas. Y me humedezco el dedo corazón en mi boca y lo paso suavemente por su clítoris visiblemente enrojecido y caliente. Ella me quiere quitar la ropa pero no puedo esperar. Quiero follarla. Y esta vez soy yo la que le dice que "no... déjame...". Y le introduzco el dedo suave, despacio, notando todo su orificio húmedo, impregnado. Chorreante. Y sopla por la boca y se mueve con energía, quiere más, pero yo sé que a ella le gusta despacio.

Le introduzco el dedo índice junto al corazón y las envestidas son más directas. Hacia arriba. Bien arriba, presionando. Uf... yo me estoy poniendo loca.
Y la locura nos invade a las dos y ella se moja los dedos y se masturba mientras yo la muevo con mis dos dedos. Me encanta verla así, desbocada. Me encanta meterle los dedos y que ella, desesperada, se separe los labios y se toque el clítoris, con fuerza. Su cuerpo se arquea y yo me noto mojada. Mucho. Jadea fuerte, dura. Y me acerco a su cara... "ssshh..." le susurro. Y sigo apretando su punto débil, dentro, arriba, caliente. Y sigo, más adentro, más arriba, más caliente. Y entonces ocurre lo maravilloso: su cabeza se mueve hacia atrás, la boca se desencaja, su cuello se torna rojo y sus venas exclaman de dolor. Dulce agonía.

Le tapo la boca justo cuando expulsa su placer. Su gemido es seco y directo. Muy sonoro, así que por respeto a nuestra vecina, que ya nos ha oído en más de una ocasión, intento retener el volúmen de su voz, pero no puedo. Bueno, no quiero. Porque a mí también me gusta expulsar el placer por la boca y si se lo impido me traiciono.
La abrazo aún con mis dos dedos dentro de ella. Nos besamos. Tiene el rostro despejado. Es la más bella. Saco mis dedos despacio y ella respira. Y me mira. Y me dice: "eres una zorra". "De nada, mi luz" le respondo.



Google Imágenes
[Ya se que algunas imágenes de Google son cutres, pero debido a un cambio de ordenador no tengo en mi posesión mis propias fotografías. Poco a poco iré ampliando mi fototeca para colgarlas por aquí.]

1 comentario:

Caricias dijo...

Bufff, buf, buffffffff! vengo a devolverte la visita.
Bendita visita me has hecho!!!
Te dejo, tengo que empollarme un poco a fondo èste blog!!!
Te dejo mis caricias